La educación y la escuela pública, literalmente se caen a pedazos. Es difícil encontrar a alguien que opine lo contrario (tal vez, algún político que no quiera reconocer que hace falta invertir).
Lo que no es tan claro para la sociedad en general, es conocer qué es lo que está roto en la educación argentina. Quien no conoce por dentro el sistema educativo, sino que su experiencia sobre la «calidad» se basa en la enseñanza que recibe su hijo, puede pensar que la crisis tiene que ver con:
- Que varios días al año su hijo no tiene clases por los paros.
- Que las propuestas son bastante mediocres, muy repetitivas, de mucha copia en la carpeta y pocas actividades creativas o novedosas (eso para las escasas familias que miran las carpetas de sus hijos o que les preocupa lo que aprenden).
- Que sus docentes faltan mucho.
- Que el docente no tiene siempre la templanza y la disposición óptima de carácter, para estar ocho horas frente a un grupo de alumnos.
A partir de estas apreciaciones subjetivas, la familia se forma una opinión negativa o, en el mejor de los casos indiferente, respecto a la escuela, a su personal y a lo que allí ocurre.
Sin embargo, cuando el gremio convoca a paro y movilización, hay pocas familias que sostienen el reclamo docente: nos tildan de vagos, mediocres, cómodos… «demasiado ganan por cuatro horitas».
Es que aquí hay un error grave de estrategia del gremio, que no se encarga de mostrar la otra cara de la crisis educativa a la sociedad. Siempre el foco mediático está puesto en los salarios, en los porcentajes de aumento, en las jubilaciones. Por supuesto que este es un tema fundamental pero no puede ser que siempre sea el único tema que se pone de relieve en todas las discusiones con el gobierno y que replican fielmente todos los medios de comunicación.
No desconozco que en las reuniones paritarias con el Estado, se tratan otros temas, además de los salariales, pero estos quedan invisibilizados en una larga lista de demandas que con suerte conocemos quienes leemos las actas de los temas tratados… pero de los que pocas veces se hacen eco los medios de comunicación.
Si mostráramos a la sociedad que el sueldo es un punto importante pero no el único. Si pudiéramos hacerles ver que nos preocupa: 1) que las escuelas desde lo edilicio se caen a pedazos. 2) que a veces se cortan los servicios básicos por roturas de caños, cables, fugas de gas. 3) que falta personal de todo tipo para atender las necesidades de nuestros estudiantes (docentes de apoyo, preceptores, gabinete psicopedagógico, referentes de informática, de biblioteca, de laboratorio). 4) que la enseñanza es mediocre pero por falta de recursos y por no podernos capacitar, dado que la mayoría del colectivo docente trabaja ocho horas. 5) que no enseñamos computación porque en algunas escuelas hay 30 netbooks para 300 estudiantes (y de las que solo funcionan diez, porque no tienen mantenimiento)… y podría seguir enumerando.
Estoy convencido que si la sociedad viera, literalmente, las condiciones paupérrimas en las que enseñamos y las situaciones que tenemos que atravesar cada día, comprendería un poco más nuestro reclamo.
«Una vez presencié una escena que nunca olvidaré: un niño llegando a su escuela toca la pared exterior y le dice a otro ¡¡¡mirá que divertido, si tocás acá, te da corriente!!!»
A veces creo que en las escuelas públicas tenemos un Dios aparte.
Pero para eso hace falta que los gremios cambien de estrategia: aunque se logre el aumento deseado, no debería dejarse de luchar en forma activa por la calidad educativa. Porque si no, el mensaje que recibe la sociedad es: «claro, peleaban solo por el sueldo, por eso les dieron un porcentaje de aumento y volvieron a trabajar como si nada».
Qué bueno sería que estos temas estén de forma permanente en la agenda diaria de los gobiernos y en la boca de la gente…. creo que sólo así, visibilizando esta situación podríamos pensar todos juntos cómo transformarla.
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