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El interés por la educación

Artículo escrito por Carlos Durán (ver biografía al final del post)

Estimado docente, antes de avanzar con el siguiente tema, le propongo un ejercicio. Quiero que se imagine su lugar de trabajo (no importa la escuela o nivel al que pertenezca) en un día de reunión de personal. Todos sus compañeros están allí. Ahora, imagine que usted toma la palabra, y con voz clara y fuerte, anuncie: A LA GRAN MAYORÍA DE LOS DOCENTES NO LES INTERESA LA EDUCACIÓN. Vamos, con confianza, yo estoy a su lado. Sí, ya sé que van a gritar, y mucho. Ahora visualice quiénes gritarían ante su declaración. ¿Son acaso los docentes más comprometidos?  ¿Son los que hacen, o los que simulan hacer? ¿Se enojaron los que preparan sus clases con materiales variados y suelen quedarse después de clase a explicarle a alguien que no entendió? ¿Se ofendió acaso alguno de los docentes que se toman cuanta licencia figura en el estatuto? Y usted… ¿qué piensa…?

La palabra interés proviene del latín interesse, que significa importar. Es decir, el interés es la importancia que le brinda una persona a algo. Por consiguiente, si algo no te interesa, no te importa. En educación, podemos hablar de diferentes intereses: el que se le da a los alumnos, al acto educativo, a la educación en general, a la preparación profesional, etc. Aquí podríamos explayarnos hasta el infinito.

En la experiencia personal de cada docente, podemos dar ejemplos de todo tipo, y más que seguramente todos coincidiremos en que nos hemos encontrado con un caso igual o muy parecido. Docentes que utilizan planificaciones anuales fotocopiadas hasta el cansancio, que hace su letra apenas legible, lo cual demuestra que el periodo de diagnóstico de los alumnos fue una farsa absoluta, y en el extremo opuesto, planificaciones con contenidos cuidadosamente seleccionados, que generalmente al finalizar el año se encuentran llenas de “retoques” hechos en el camino para corregir trayectorias que nunca podrán encasillarse en un cuadro de texto.

Maestros y profesores con las carpetas de actividades con las hojas amarillas como demostración de su antigüedad, cuyos autores en muchos casos ni siquiera son las mismas personas, obviando la lógica de las secuencias pedagógicas. Y otros con todo un arsenal de posibilidades en una sola temática, abiertos a lo más espectacular del aula, que es el “todo puede pasar”.

Docentes con activa participación en redes sociales, compartiendo cada video gracioso, reaccionando ante todos los memes, comentando cada noticia de la farándula, pero que jamás van ni siquiera a leer un artículo relacionado con su profesión. Educadores en una activa lucha en redes por sus derechos y su sueldo, pero que nunca vas a ver comentando sobre la crisis educativa o las deficiencias pedagógicas del sistema.

¿Hemos llegado a la “brecha” en educación? ¿También entre los docentes hay una “grieta” de los que hacen esto sólo por el sueldo y quienes realmente se interesan por su profesión? ¿Cómo llegamos a esto? ¿Cómo dejamos que sucediera y que se siga profundizando esta división?

El ver a personas a las que no le interesa/importa la educación dentro del sistema, nos lleva a cuestionarnos ¿cómo llegaron aquí? Quizás ahí estén las respuestas a todo esto. Una carrera rápida y corta (en comparación a otras de preparación profesional), con salida laboral directa. Un programa de estudios relativamente sencillo y sin grandes exigencias desde los profesorados. En el siglo del facilismo como bandera, es una tentación para muchos que no saben qué hacer de su vida. Y así van llegando a los profesorados los futuros formadores de la sociedad. Luego de pasar unos filtros cada vez más laxos (y una preparación cada vez más alejada de la realidad), salen con su título profesional a desarrollar una carrera que no sienten, pero que les asegurará un sueldo en el bolsillo y una comida en el horno.

Quizás algunos aún se capaciten, pero no por la formación en sí, sino por un puntaje que los deje con más ventaja a la hora de conseguir trabajo. El sistema se hará cargo también de los que no estaban seguros de si esto era lo que querían hacer de sus vidas y salieron al mundo laboral con una tibia esperanza de haber elegido bien, convirtiéndolos en uno más del montón que solo hacen lo justo y necesario para que a fin de mes el sueldo esté depositado en la cuenta y el directivo no lo vuelva loco con más exigencias.

Pero hay otros. Otros, los que tenían el sueño de “cambiar el mundo”, que quizás lleguen un poco más lejos. Estos son los que chocan y pelean contra una burocracia cada vez mayor y que parece absorberlo todo. Son los que ven todo lo que está mal y hacen mil y un esfuerzos por cambiarlo. Son quienes se esfuerzan por dar una educación de calidad en las aulas, quienes ven futuro en los chicos, quienes ven en la educación una esperanza de cambio. Porque la educación es la mayor herramienta de la sociedad en su conjunto para lograr un mejor mañana, más allá de las decisiones políticas erradas la mayoría de las veces, más allá de un sistema educativo moribundo, más allá de todas las trabas burocráticas, y eso los docentes con verdadera vocación lo saben, y harán hasta lo imposible por intentar corregir el rumbo.

No dejemos de intentarlo. En eso reside el verdadero interés. 

Carlos Durán

Activista educativo. Reconocido educador mendocino y escritor de literatura infantil, que ha transitado las aulas por más de quince años. Se ha desempeñado en escuelas urbanas y rurales, en distintos niveles. Su inconformismo por el sistema lo ha llevado a buscar nuevos y mejores caminos para lograr la excelencia educativa.

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