El 29 de febrero del año 2016, tuve el enorme privilegio de conocer y entrevistar a Francesco Tonucci, durante mi viaje por Italia. Me recibió en su oficina del “Istituto di Scienze e Tecnologie della Cognizione del Consiglio Nazionale delle Ricerche”, en Roma.
A continuación, la entrevista. Espero que disfruten de su lectura:
ACLARACIÓN: hice algunas adaptaciones en la transcripción (de forma, no de contenido).
ENTREVISTADOR (E): Su visión de una “Ciudad de los niños” en donde puedan circular los chicos libremente, sintiéndola como suya, ¿cree que se contradice con el Tríptico de la Infancia? (haciendo alusión a tres instalaciones que se encuentran en la ciudad de Rosario, Argentina). Porque si bien se han construido lugares enormes y de calidad para la infancia, están bastante aislados de la ciudad. ¿No pasan a ser como clubes o como lugares en donde los padres los tienen que llevar especialmente? Yo sentía que a partir de lo que había leído, esto era lo contrario, en síntesis, que la ciudad en si misma debería ser el espacio donde los niños circularan y pudieran jugar libremente.
FRANCESCO (F) Totalmente de acuerdo, es decir que yo creo que el tríptico de la infancia esuna obra importante como obra de adultos que piensan en los niños y lo hacen de una forma (…) más sensible, mejor, de lo que está haciendo el mundo occidental, muy mercantilizado (…), con Disneyland y sus propuestas comerciales. El tríptico no lo es (…) es una experiencia que nace dentro de la administración de Rosario con poco dinero, con mucha creatividad, donde se siente mucho la presencia de Chiqui González. Desde un punto de vista cultural y filosófico, estoy de acuerdo que estamos en el mundo de los adultos, que piensan en los niños y no en el mundo de los adultos que escuchan a los niños. Por lo cual efectivamente el proyecto “La Ciudad de Los Niños” propone algo más; que los niños puedan aprovechar de la ciudad así como es y por esto piden que cambie la misma. Y especialmente el espacio público de la ciudad (…). Hay una frase muy interesante de un niño de Rosario que dice «Hay que cuidar el espacio público porque para mucha gente es el único, es lo único que tiene”. Gente que no tiene un espacio privado (…). Así, cuando se piensa en la ciudad, se piensa que sea para todos. El espacio público es la respuesta al tema del juego, entendiendo como espacio público todo lo que es compartido, de la “escalera de casa al patio”, a la (…) vereda, a la plaza, al jardín (…).
Cuando los niños discuten sobre cómo debe ser un espacio, piensan claramente un espacio donde ellos puedan actuar y actuar, para ellos, es antes que todo, jugar. (…) Este espacio no debe ser un espacio privado, no debe tener rejas y esto en Argentina es muy interesante porque todo está enrejado. Por otra parte sería bueno que en estos parques, no hubiera padres ni policía; debería ser un espacio libre, no “horizontal” (en el sentido literal del término), porque a los niños les gusta jugar a esconderse y no podrían hacerlo (…). Los espacios que la administración pública propone a los niños siempre son planos; podríamos pensar que es para controlarlos. Y claro que el control no es lo que los niños quieren. Después dicen que “tendrían que tener matorrales”, para poderse esconder. (…) Hay un aspecto de la intimidad que los niños reivindican con su juego; éste tiene que ver con el placer, por lo cual necesitan aislamiento, separación, privacidad. Asimismo denuncian que los adultos siempre ponen los mismos juegos y esto no es gracioso, porque es como ver la misma película todos los días, no hay sorpresa.
Y por último Javier, me parece que así se llamaba el niño, dijo una cosa que para mí fue siempre muy impactante, casi misteriosa, pero muy interesante. Dijo: «para que sea bueno un espacio» no hay que estar demasiado seguros. Es decir, no dijo de no estar seguros, sino no «demasiado seguros» como si dijera que si hay demasiada seguridad, no habría espacio para los niños, que es el espacio de riesgo, el espacio de los obstáculos.
Esto de los espacios preparados (refiriéndose al Tríptico) no tiene mucho que ver, para volver a la pregunta. Representa un aspecto positivo que la administración se haya encargado de ofrecer al niño un espacio no banal, pero esto no resuelve la cuestión fundamental. Por otro lado, es interesante comprobar que la municipalidad de Rosario sigue trabajando y escuchando a los niños (…) y reconociendo su derecho de salir y de aprovechar el espacio público.
E – En relación a eso yo me quedé pensando mucho en la responsabilidad civil que tenemos los maestros, que en las escuelas por ejemplo los chicos no pueden correr, no pueden saltar, porque si se lastiman, los padres enseguida nos atacan a nosotros o nos hacen un juicio; hay montada una industria del juicio, no sé cómo será en Italia pero al menos en Argentina pareciera que los padres dejaron de ver que los chicos pueden tener accidentes y que es normal que corran. En ese contexto es que veo tan difícil empezar a cambiar esto, que los padres empiecen a entender que los chicos necesitan otros espacios, o esto que usted decía de la intimidad. (…) Entonces uno dice, ¿por dónde empieza este cambio?. Creo que (…) nos fuimos al otro extremo con esto de cuidar tanto a los chicos y protegerlos: tanto que en un punto los ahogamos.
F- Yo creo que este es un tema muy complicado, muy delicado, muy importante, es decir que se ha perdido la relación entre familia y escuela; en Italia es igual (…). Creo que una familia no puede abrir una pelea con la escuela sin dañar a sus hijos, es decir los niños no deberían vivir en ese conflicto entre las familias y las instituciones educativas. Esto es culpa de las dos instituciones (…) En los años 70, 80, era muy fuerte el convencimiento de que la escuela tenía que discutir con la familia y pactar con ellos, no para hacer lo mismo,(…) sino para lograr un acuerdo. De este modo, cuando la escuela hacía una propuesta, la familia debía estar de acuerdo sobre esta propuesta. Ahora parece casi que este interés a pactar, ha desaparecido; cada uno va por su camino, quejándose del hecho que el otro no lo entiende. Esto produce que los padres no puedan entender por qué sus hijos no viven las mismas propuestas didácticas que vivieron ellos cuando fueron chicos, ya que la escuela no se encarga de explicárselos.
En cuanto a la intimidad (…), de niños hemos vivido estas experiencias en nuestros juegos pero fueron siempre lejos del control de los padres. Es decir, la diferencia es que antes no es que los adultos toleraban más sino que dejaban más. Por esto yo reivindico el verbo “dejar” como el verbo del juego. Los niños juegan si los adultos dejan. Antes lo hacían no por una elección educativa sino por una necesidad o por una costumbre, ya que era normal que los adultos no acompañaran a los niños porque tenían otros quehaceres (y si no lo tenían, inventaban uno). Es decir que el mundo adulto y el mundo infantil, eran dos universos que vivían con una fuerte independencia. En gran parte, los adultos no sospechaban que los niños podían hacer cosas importantes, no había esta conciencia; tampoco existe hoy pero sí hay un reconocimiento del valor de la infancia y por eso se destinan grandes cantidades de dinero para los niños. Antes, no. En mi tiempo de infancia no había vestidos para niños, eran las madres que ajustaban los vestidos de los adultos y los hacían pequeños y después estos se pasaban del hermano más grande al más chico. (…)
El juego era una experiencia de los niños. Los adultos entraban muy poco en esa experiencia. No lo hacían con el dinero ni desde el control. Por este motivo, los niños tenían que construirse sus juegos; ahí sí que a veces pedían ayuda a los adultos, (…). El mundo del juego era un mundo que no valía nada para el mundo adulto y podía vivirse en autonomía.(…)
PRONTO LA SEGUNDA PARTE DE ESTA FASCINANTE ENTREVISTA…