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La enseñanza personalizada

-Manuela, dibujá un triángulo equilátero de 3 cm. de lado – le pide el docente.
Ella se queda pensando por unos momentos, toma la regla y construye la figura.
– ¿Y cómo podrías hacer lo mismo pero utilizando también el transportador?

Manuela lo piensa por unos instantes y luego hace varias pruebas en la hoja, hasta que lo consigue.

El diálogo imaginario que antecede guarda relación con lo que ocurre cuando un docente focaliza la atención en un alumno y observa su proceso de aprendizaje. Y de esto es de lo que quiero hablar hoy, de las características que posee la enseñanza personalizada entre un docente y un alumno, en un contexto escolar o extra escolar.

La enseñanza personalizada permite, entre otras cosas, que el docente:

  • Observe cómo impacta su explicación en el alumno y qué nivel de comprensión de la consigna ha alcanzado.
  • Registre los tiempos que emplea el estudiante para comenzar a esbozar una respuesta.
  • Perciba todos los movimientos (micro o macro) en la postura corporal, así como ciertos tics nerviosos que lo ayudan a detectar qué consignas generan tensión o incertidumbre.
  • Pueda reformular la consigna en caso de que no haya sido comprendida o genere algún tipo de respuesta incorrecta.
  • Instrumente dispositivos concretos así como actividades sensoriales o lúdicas para lograr que el alumno logre internalizar el contenido.

Esta modalidad permite que el alumno:

  • Valorice su proceso personal de aprendizaje así como las estrategias que emplea en la resolución de problemas.
  • Descubra exactamente qué es lo que no comprende y porqué no lo logra comprender (metacognición).

Estas potencialidades del vínculo uno a uno, se ven bloqueadas cuando en lugar de ser un estudiante, se pasa al modelo de clase tradicional, con treinta o cuarenta alumnos.

En este sentido, resulta sumamente difícil instrumentar mecanismos de enseñanza que resulten significativos para todos los estudiantes. En consecuencia, en una clase de ochenta minutos con un grupo de treinta chicos, es posible que el tiempo que se le pueda dedicar a cada uno para explicarle de otro modo el contenido que no comprende, con suerte alcance los cinco minutos. El resto de tiempo necesariamente será destinado a controlar otras variables (ver que todos trabajen, contestar notas de cuadernos de comunicaciones, atender a algún niño que se siente enfermo, gestionar problemas puntuales de conducta, recibir “visitas” inesperadas, entre muchos otros).

Si son muchos niños, la situación se complica.

Por otro lado, este escaso tiempo que se le puede dedicar, tampoco es un tiempo de calidad ya que mientras dura la explicación, el ruido de fondo que hacen los otros niños no facilita la concentración ni la escucha atenta.

Es necesario pensar nuevas estrategias y encontrar nuevos caminos en nuestra práctica educativa cotidiana, que garanticen que todos nuestros estudiantes comprendan cabalmente los contenidos que intentamos enseñarles.

Y vos, ¿qué pensás?

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