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La lapicera pluma, mejor que salga volando

Papis: este año empezaremos a usar pluma así que pedimos que manden a sus hijos con una lapicera pluma, con cartuchos suficientes, borratintas y hojitas de papel secante. ¡Gracias!

Es curioso, si nos ponemos a pensar en la cadena de distribución de este producto, veremos que la escuela hace feliz y da trabajo a mucha gente: los padres que solicitan la lapicera pluma al comercio, el comercio que hace su pedido al mayorista , éste a su vez recurre a la fábrica y la fábrica por su parte… (inserte lo que sigue)

En algún punto de este circuito, a alguien le debe resultar pintoresco que en pleno siglo XXI se siga pidiendo este útil escolar (junto con todos los secuaces que lo acompañan: el papel secante, el borratinta y los cartuchos).

Sin embargo, nadie se horroriza, de hecho muchos saldrían espantados si de la noche a la mañana empezara a circular el rumor que la pluma se dejaría de usar en las escuelas.

Por supuesto que en los tiempos que corren y en este mundo globalizado, han salido muchos productos a competir al mercado: ahora vienen las roller de tinta lavable, las lapiceras con gomita y otros mil y un productos que harían más felices a los niños… pero no, la escuela se obstina con la pluma. Pareciera que las escuelas de calidad (esas que exigen), son de más calidad si torturan a los niños forzándolos a usar este adminículo que trae no pocas complicaciones.

¿Complicaciones? Empecemos…

La pluma de calidad media (que es la que suelen comprar los padres, dados los tiempos de escasez económica que corren):

  • Exige al usuario que tenga la fuerza de Sanson para destornillar el mecanismo que permite acceder al sector donde se hace el recambio del cartucho.
  • Requiere fuerza bruta (a los golpes nomás) para que el alumno logre empujar el cartucho en el compartimiento y así lograr que éste entregue la tinta que el dispositivo necesita.
  • Es un medio de expresión sin control, ya que en el momento menos pensado empieza a derramar tinta en los lugares más desaconsejables (véase guardapolvo inmaculado).
  • Tiene una punta tan delicada (¡es un producto finísimo!) que con sólo pegarse un golpe en el suelo, se le dobla la napia y empieza a escribir en alguna clase de alfabeto oriental.

Pobrecita, ¡no la critiquemos tanto!. A veces todo el procedimiento es normal y nuestro alumno, tan deseoso de aprender a escribir, comienza a hacer sus trazos con mucha ilusión; ilusión que se desvanece a los pocos minutos al comprobar que su letra es puntuda y se asemeja a montañas con picos escarpados. Claro, nadie le dijo que para hacer la letra redondeada, la pluma no era su mejor aliada.

Entonces, ¿Cuál es el sentido de seguir pidiendo la pluma?

Si tanto nos gustan las reminiscencias del pasado y los tiempos dorados de la educación ¿Por qué entonces mejor no pedimos una pluma de animal y un tintero, como las que se usaban otrora?

Aplicar el sentido común en la educación, hoy por hoy no es una opción, es un mandato.
El futuro de los chicos es el que está en juego.

 

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