¡Sí, ya sé! Reconozco que no es un título que pueda permitir anticipar el contenido del texto. Y también sé que Google lo va a defenestrar y va a mandar a este pobre post al fondo de su lista. Pero no me importa… creo que el contenido puede aportar algo bueno.
Los docentes tenemos una costumbre que no ayuda a construir y se puede resumir en dos palabras: presuponer + generalizar. Esto quiere decir que sin conocer una situación puntual o un hecho específico, tendemos a emitir una opinión basada en otros casos parecidos y la aplicamos al 100 % del estudiantado. Pongo algunos ejemplos:
- No pidamos mucho dinero de fotocopias porque las familias no van a poder pagar. ¡Esta época es difícil!
- ¿Libros? ¿A quién se le ocurre pedir que compren un libro? ¡Están carísimos!
- No le exijamos mucho a nuestro estudiante. Seguro que en casa no tiene el lugar o las condiciones necesarias para hacer sus deberes. ¡Viste que en su casa los papás están separados!
- ¿Videollamada? Pocas familias tienen wi-fi y no les vamos a andar gastando los datos. ¡Nos van a odiar!
Lo curioso del caso es que estas afirmaciones las vengo escuchando desde que me recibí de docente hace más de quince años y en la gran mayoría de escuelas en las que trabajé (exceptuando las privadas). De modo que estos argumentos no surgen necesariamente de tener en cuenta el contexto social y/o económico. Simplemente forman parte del repertorio de lo que los docentes decimos por costumbre, sin analizar realmente la situación puntual o sostener nuestra postura con datos estadísticos o información certera.

¿Real o supuesto?
Es así que nos la pasamos suponiendo situaciones como las anteriores. Tenemos que salir de ese lugar porque nos posicionamos en un lugar que no nos corresponde: el de decidir si la familia puede o no puede cumplir con nuestras propuestas.
Aunque nuestra intención siempre es la de ser «comprensivos», no nos damos cuenta que de manera inconsciente, prejuzgamos a las familias y establecemos por ellos hasta donde nos van a poder sorprender (en relación con el compromiso hacia la escuela, el pago de fotocopias, la participación en los procesos de enseñanza – aprendizaje de sus hijos, etc).
La escuela y los docentes tenemos que comenzar a dejar de presuponer. Por ejemplo, tenemos que pedir el dinero que consideramos apropiado para fotocopias, sin hacer ninguna suposición respecto al poder adquisitivo de las familias. Si vemos que durante el período acordado, el dinero no es abonado por algunos papás, no tenemos que volver a presuponer (es que no tiene plata, es que no le da importancia a la escuela, etc etc), sino PREGUNTAR… una y mil veces hasta saber con exactitud cuál es la razón por la que esa familia no abonó las fotocopias. Les sorprendería saber que más de una vez suponemos que es por razones económicas y resulta ser que se trata de simples olvidos….
Pero supongamos que sí hay un problema económico con una familia puntual y decidimos no cobrarle (sin antes haberle preguntado). Le estamos quitando la posibilidad de decidir si el dinero que poseen lo van a utilizar para la escuela o no. Y aunque no lo crean, he conocido familias que se sienten orgullosas de poder pagar el dinero de fotocopias, aunque casi no les alcance para sostenerse.
Y si luego de haber investigado a fondo alguna situación compleja, decidimos ser «buenos samaritanos» y ayudar a una familia, al menos lo estaremos haciendo con conocimiento de causa y no realizando suposiciones vacías.
Las cosas no se deben presuponer… ¡¡¡se debe ir a su encuentro!!!
Proverbio Barilochense
Para terminar dejo un ejemplo. Este año impusimos el MEET de forma obligatoria, mientras duraba la virtualidad. Por dentro yo pensaba: ¡se les van a gastar los datos! ¡muchos no tienen celular! ¡no se van a conectar! No les voy a pedir que prendan la camarita porque van a consumir los datos… pero decidí guardarme mis opiniones y ver qué pasaba.
La condición de obligatoriedad hizo que de diez, sistemáticamente se conectaran ocho. Les impuse también encender la cámara (contemplando que alguno me dijera que gastaba sus datos). De esos estudiantes, sólo tres prendieron la cámara. Sin embargo, no hice ninguna presuposición sino que me limité a preguntar uno por uno, la razón. Resultó ser que estos cinco niños tenían WI-FI (o sea que no gastaban datos) pero no querían prender la cámara porque «no sé profe», «me da vergüenza», «estoy comiendo». De modo que si yo no preguntaba, iba a interpretar erróneamente la situación, pensando que se trataba de un problema económico.
Por otro lado, aquellos niños que sí tenían datos, resultó ser que de todas maneras (aunque les ofrecí otras opciones gratuitas) decidieron junto con sus familias, gastar los datos del teléfono, sabiendo que era para la escuela.
Mi conclusión: Impulsemos los cambios que necesitamos para lograr una mejor calidad educativa. No generalicemos ni hagamos presuposiciones. Y si las familias no cumplen, preguntemos, fortalezcamos el diálogo, establezcamos acuerdos.
Mi apuesta hoy y siempre es construir comunidad. ¡Y la familia es una parte esencial!