En mis pagos, cuando un maestro va a tomar un cargo, debe ir a la Supervisión y allí verá un listado de vacantes. Si tiene el puntaje suficiente y está inscripto debidamente, podrá elegir el lugar de su preferencia.
Un diálogo para esa situación, podría ser parecido al siguiente:
-Hola – dice el empleado de la Supervisión.
-Hola, vengo a tomar cargo – dice el maestro aspirante.
-¿Hay alguno que te interese?
-Sí, me gusta esa escuela, la tercera.
-Bueno, ¿a alguno de los presentes le interesa ese puesto?
-Noo – responden los demás maestros.
-Bueno, entonces es tuyo- firmá acá y acá.
-Ah, pero yo tengo otro trabajo como maestra, así que renuncio ese y tomo éste.
-Muy bien, como ese era una suplencia y este es un interinato, no hay problema¹
Y así concluye el trámite administrativo, el maestro deja un cargo y toma otro.
¿No les parece que faltaría hacer una pregunta esencial, antes de permitir la renuncia a un empleo?
Esa pregunta sería, ¿te despediste de los chicos?
Lo que suele suceder en muchos casos es que el profesor que renuncia debe presentarse inmediatamente al nuevo colegio, sin posibilidad de ir a despedirse de sus antiguos alumnos.
Y yo me pregunto: ¿Dónde quedó el vínculo? ¿Dónde quedó el respeto por esos estudiantes que esperan con ilusión que su maestro vuelva a estar con ellos una vez más?
Estoy cansado de escuchar las frases:
- Renuncio este cargo porque no me conviene.
- Estas eran poquitas horas, las dejo y tomo otra cosa.
- Tomo este cargo pero lo licencio por mayor jerarquía.
Toda esta jerga técnica pareciera que hace más alusión a un intercambio comercial que a otra cosa: tomo esto, devuelvo aquello, permuto, retengo…
No tomamos conciencia que detrás de toda esta palabrería hay estudiantes, hay un vínculo, hay un proyecto.
En ocasiones me pregunto en qué momento nos olvidamos que los destinatarios de nuestro trabajo son personas y no números o productos.
Ya sé, ya sé, seguramente algunos lectores indignados defenderán que se trata de derechos del docente y que todo lo que se hace es legal y está amparado en estatutos, reglamentos y decretos. Por supuesto, nadie lo niega. Lo que me parece preocupante es que la dimensión afectiva, vincular, incluso ética, la mayoría de las veces no representa un factor de peso a la hora de decidir mantener un trabajo, dejarlo o cambiarlo por otro.
Respetemos a nuestros chicos.
Ellos nos esperan con ilusión cada día, nos llegan a tomar cariño y muchas veces, somos sus únicos referentes.
Y si nuestra realidad económica nos obliga a dejarlos y a optar por otro camino, al menos tengamos la consideración de hacerlos partícipes de lo que nos pasa.
De este modo, si al día siguiente ya no nos ven, al menos habrán podido decirnos “Adios”.
NOTA:
- Se entiende por interinato a una situación que presupone una mayor estabilidad laboral frente a la que podría ofrecer una suplencia. En este diálogo imaginario se omitieron algunos detalles técnicos, como por ejemplo que si uno ya tiene un trabajo debe esperar hasta que todos los aspirantes hayan hecho sus elecciones, para poder optar por un segundo empleo. Sin embargo, dichos detalles no son significativos en función del aspecto que se analiza.