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Las aulas que expulsan

Las aulas que expulsan
Relato de un día escolar

Aula de primer grado. 8:15 a.m.

Los chicos ingresan a su salón acompañados por su maestro. Hace sólo una semana comenzaron las clases (recién están entendiendo en qué consiste la escuela primaria). Sus padres los siguen, ya que quieren presenciar los primeros minutos de la jornada.

El panorama que todos se encuentran al entrar es el siguiente: varias mesas amontonadas en un rincón, torcidas… un pedazo de pan masticado yace impune sobre una de ellas (debe ser del día anterior). Las sillas se encuentran colocadas boca abajo sobre las mesas, en actitud metafórica de clausura. En una de ellas se puede leer, escrito con corrector y para la eternidad: “los de la mañana son todos putos”.

Las sillas y las mesas son enormes, claramente inadecuadas para niños de seis años, quienes ni siquiera pueden manipularlas. Sus pies no llegan a tocar el piso, quedan colgando, cual si se hallaran en una hamaca (sólo que aquí no hay diversión y deben resistir cuatro horas en la misma posición).

El maestro toma varios minutos de la clase para acomodar todo e ir ubicando a los chicos. De algún modo intenta que superen esta desilusión, la de llegar a un espacio que definitivamente no estaba preparado para ellos, un espacio genérico, frío, gris, mediocre.

Y dejemos de lado el pizarrón que quedó escrito del día anterior….

Si bien hay una explicación (el aula es usada por la tarde con alumnos más grandes y por la noche con adolescentes y adultos), no hay una justificación que explique el porqué de semejante descuido.

Es así que la idea de un espacio personalizado, cálido, pensado y diseñado para los chicos, simplemente se desvanece.

Sobrevive una idea bastante espartana: que mientras haya un pizarrón, sillas, mesas y un maestro que enseñe, es suficiente.

¿En qué momento olvidamos que quienes habitan la escuela, son niños? Niños que dejaron el jardín (junto a sus rondas, sus juegos, sus canciones) y se encontraron de repente con un espacio aburrido, frío, estéril. ¿Ese es el recibimiento que les damos? ¿Así los queremos convencer que la escuela primaria es un lugar lindo en el que estar?

Hablamos mucho de educación de calidad. Pensamos en grandes obras y en proyectos, en evaluaciones, en reorganizaciones institucionales. Todos pensamos a lo grande pero nos olvidamos de lo pequeño, de las cosas más sencillas, esas cosas que harían que los chicos se sintieran mejor: ordenar el aula antes que lleguen, colocar una frase bella en el pizarrón, dejar que un aroma sutil impregne el salón de clases, recibir a los chicos con una sonrisa.

Una vez que hayamos entendido que nuestros niños merecen lo mejor que podamos darles (no porque son el futuro, sino porque son nuestro presente), veremos cuántas cosas somos capaces de hacer para que sean un poquito más felices cada día. 😉

 

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