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propuestas de acción

La meta para hoy es…

Quisiera empezar este artículo planteando algunas preguntas:

¿Cómo lograr que los chicos hagan silencio? ¿Cómo hacer para que cuiden sus útiles? ¿Cuál es el procedimiento que permitiría que participen en forma más ordenada?

Ésta y muchas otras preguntas me hago todos los días, cada vez que entro al aula.

Si bien para cada problema he encontrado distintas soluciones que dentro de todo funcionan, en esta oportunidad les quiero presentar una estrategia que sirve a nivel global (para casi cualquier problemática) y tiene que ver con la motivación. Es muy difícil que un niño obedezca o respete las normas solamente porque es su obligación y sabe que tiene que hacerlo. Usualmente los estudiantes que se comprometen en la convivencia lo hacen porque saben que la sanción por no hacerlo les reportará perjuicios. Por ejemplo: al avisar a los padres de su mal comportamiento, saben que probablemente pierdan temporalmente algunos beneficios, como el no poder ir a jugar al fútbol, usar la play o visitar a sus amigos.

¿No sería mejor encontrar una manera en la que los chicos decidieran que vale la pena respetar las reglas establecidas, porque hay un premio?  

Pues bien, luego de pensarlo mucho se me ocurrió implementar “El sistema de caritas sonrientes”. Cada niño tiene una hoja en blanco, con su nombre: la misma es entregada al maestro al empezar la jornada y devuelta al finalizar.

Se plantean diariamente distintas metas, por ejemplo: “Trabajar en silencio”, “Ayudar a un compañero que lo necesita”, etc.

Los estudiantes que logran dicho objetivo (el maestro debe estar muy atento para verificar que efectivamente lo cumplieron), reciben una carita sonriente en su hoja (en mi caso utilizo un sacabocado, que resulta fácil de utilizar y casi imposible de falsificar).

Cada cierta cantidad de caritas, los chicos pueden canjearlas por distintos premios. También las pueden acumular y canjearla por un premio mayor o que les guste más. Finalmente, si no les interesa utilizarlas, también pueden donarlas a otros compañeros para que éstos obtengan el beneficio.

Queda una pregunta que estoy seguro que muchos estarán pensando: ¿Cuáles son los premios?

Para un adulto, un premio sólo puede ser algo oneroso.
Para un niño, un premio puede ser simbólico y tener la misma validez que algo comprado.

Listo a continuación algunas posibilidades:

  • Ayudar al maestro en las tareas que se requieran.
  • Formar primero en la familia.
  • Tener una salida extra para ir al baño o ir a tomar aire al patio.
  • Ser el primero en elegir un libro de la Biblioteca.
  • Izar o arriar la Bandera Nacional.
  • Optar por no tener alguna tarea a la semana.
  • Pedirle al maestro que le copie del pizarrón lo que se haga en alguna materia.

Las posibilidades son infinitas y dependen del tipo de trabajo que se realice diariamente en el aula. Con esto me refiero a que si el maestro, durante todo el año, lleva a la práctica distintos proyectos y actividades en las que los alumnos participan, es sencillo otorgar algún privilegio al que lo merece. En cambio, si la actividad cotidiana sólo consiste en resolver fotocopias, es muy limitado el rango de beneficios que se le puede ofrecer a un alumno.

Es muy importante que haya premios de índole muy diversa, para asegurarse de captar el interés de todos los estudiantes, ya que si no hay nada que les interese, difícilmente quieran participar.

Cada día me doy cuenta que nuestra tarea debe tener una alta dosis de creatividad, sólo así se pueden encontrar soluciones a los retos que la educación nos propone cada día.

¿Qué opinas?  Me gustaría escuchar tu opinión.

 

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